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viernes, 14 de noviembre de 2014

Lobo gris.

Cuando el lobo gris se extinguió, se llevo consigo a las familias que vivían de su cacería. Los Guasaves también se fueron. A Zapata lo asesinaron por la espalda. Cada día torturan y asesinan a otra mujer. A los 49 niños los quemaron vivos. Y los 43 estudiantes no aparecen.

Este corrido habla de un muchacho, pariente de mercenarios españoles, descendiente del Ahuizote e hijo de campesinos que emigraron a la ciudad por la sequía. Ahí aprendió a hablar el ñero antes que el español, a jugar canicas en las banquetas y a bailar en patios de tierra y sol.
Probó la marihuana a los catorce y el sexo a los dieciséis. Él prefería la excursión urbana a la universidad. Caminaba por en medio de las avenidas a las cuatro de la mañana, cantando una tonada muy antigua, de antes de la revolución.
Al declararse la guerra, los políticos se desnudaron y todos pudieron ver que se trataba de una farza, pero la función se cobraba con sangre. El muchacho entendió que lo habían engañado; sintió que esta ya no era su ciudad. Entre los tendederos de un edificio, señaló a un lugar que sólo él podía ver. Ahora vive ahí en la sierra, donde todavía aúlla el lobo gris.

Cuando el lobo gris se extinguió, se llevo consigo a las familias que vivían de su cacería. Los Guasaves también se fueron. A Zapata lo asesinaron por la espalda. Cada día torturan y asesinan a otra mujer. A los 49 niños los quemaron vivos. Y los 43 estudiantes no aparecen.

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